El silencio del Aral
El camino hacia el mar de Aral es sobrecogedor. A partir de Moynaq, la carretera surca un desierto de tierra seca y matorral en lo que antes de los años 60 era el cuarto lago más grande del mundo, de 68.000 kilómetros cuadrados y una profundidad media de 16 metros.
En la época soviética se desviaron las aguas de los ríos Syr Darya y Amu Darya, principales aportes de agua que ingresaba en el lago, para irrigar campos de algodón de la región circundante. En pocos años el lago se fue reduciendo drásticamente, aumentando su salinidad y acabando con la vida marina. Queda menos del 10% del agua. El silencio en la orilla es estremecedor.
Con él se ha ido la gran biodiversidad que albergaba, la enorme cantidad de peces que servían de subsistencia a una actividad pesquera que empleaba a más de 40000 personas y ha llegado la pobreza a las personas que viven en la región, además de enfermedades producidas, por el polvo del fondo del mar que contiene material tóxico como fertilizantes, pesticidas y sal, arrastrado por el viento a kilómetros de distancia.
El silencio del Aral lo dice todo.
República autónoma de Karakalpakia, Uzbekistán 2024.